“La violencia impide ser empático, y la empatía es la base del entendimiento y lo acuerdos”, sostiene Francisca Valladares, del Centro de Psicología Aplicada CEPA.
Una combinación entre aumento en el estrés, dificultades en el contexto social y económico, además del nivel de aislamiento que se experimentó durante la pandemia, podría explicar la escalada de eventos de violencia física entre escolares y adultos, que se ha observado en las últimas semanas en noticieros y redes sociales.
Así lo explicó Francisca Valladares, psicóloga clínica del Centro de Psicología Aplicada CEPA, de la Universidad de Talca, quien, no obstante, llamó a “no tener una postura reduccionista del fenómeno de la violencia, ya que estamos hablando de un concepto multifactorial, y por lo tanto, debemos apuntar hacia su prevención de manera integral”.
“La persistencia y el aumento de las conductas violentas vienen a evidenciar las falencias a nivel emocional de nuestras estructuras sociales”, señaló la especialista.
De acuerdo a la psicóloga, los últimos eventos nos permiten demostrar que la represión emocional solo promueve un aumento en la tensión, por lo cual cobra relevancia la incorporación de la educación emocional en todo nivel.
“Como nuestra sociedad se retroalimenta, no podemos exigir o esperar que padres y madres puedan criar respetuosamente, sin un entorno que les contenga emocionalmente. Lo mismo ocurre con nuestros profesores y profesoras. Es difícil educar incorporando las emociones, considerando el nivel de estrés afectivo y físico, junto con la sobrecarga laboral que experimentan. Y así sucesivamente, con lo que el fenómeno se perpetúa de generación en generación”, sentenció.
Respuesta violenta
El problema de responder con violencia dijo la experta, radica en que impide que se generen lazos de empatía, que es la base del entendimiento y los acuerdos. “La empatía permite entender el daño emocional que hacemos a las personas”, añadió.
“La literatura ha observado que la promoción de la empatía, y la educación emocional en general, favorecen la disminución de la violencia”, agregó.
A la especialista de la Universidad de Talca también le llama la atención la justificación de algunos involucrados, que se excusan aludiendo al “amor” como fuente de locura.
“Este discurso también supone violencia, ya que muchas veces se emplea para justificar la violencia de género. Todos podemos tener impulsos agresivos, e incluso eventualmente reaccionar de mala forma, pero en la medida que nos cuestionemos aquellas acciones, podremos mejorar, tanto a nivel individual como social”, afirmó.
“La violencia nunca va a permitir la solución de nada. Ella causa temor o una exacerbación de más violencia y por lo tanto no existe posibilidad de resolución”, sostuvo la psicóloga del CEPA-UTalca.
Por otra parte, también es importante comprender que cuando sentimos un impulso más “violento”, probablemente es porque hemos ignorado la luz roja de la rabia previamente, y quizás ya nos sentimos sobrepasados, explicó.
“Debemos entender que la rabia es buena, y nos ayuda a darnos cuenta cuando nos sentimos transgredidos de una u otra manera, o sentimos que se nos está tratando injustamente”, advirtió Francisca Valladares.
Hay que buscar salidas de emergencia, por ejemplo, a través de los deportes, aconsejó. “Los impulsos físicos podemos redireccionarlos hacia otras actividades. Aceptarlos y bajar los niveles de activación, nos ayuda a buscar alternativas para reaccionar adaptativamente”, explicó.
Lo más importante de todo es fortalecer la capacidad de autopercepción, y desde ahí intentar el control de la ira, sugirió. “Antes que llegar a la violencia, en último caso, se debe activar una habilidad esencial que es la de pedir ayuda”, recomendó