EL RETORNO DEL ABATE MOLINA
En enero de 1965, se constituyó el Comité Nacional Conmemorativo del Sesquicentenario de la obra científica del Abate Juan Ignacio Molina, destinada a recordar y honrar al ilustre intelectual. , Entre los numerosos propósitos que formuló el Comité, estaba el de repatriar sus restos y sepultarlos en «suelo chileno», sin definir el lugar exacto.
Sin embargo, por gestión personal de César Orlando Navarrete -a la sazón Inspector General del Liceo de Talca- y de don Juan Schilling, se vislumbró la posibilidad de que los restos fueran depositados en Villa Alegre, al dirigir éstos una nota a la Municipalidad- y que se conoció en sesión de regidores del 21 de julio de 1965 bajo la presidencia del Alcalde José Ilic Toro – donde solicitaban autorización para iniciar gestiones ante las esferas de gobierno con este objetivo. Desde luego, ésta fue concedida y, desde ese instante, tanto la corporación edilicia de esta comuna y la provincia de Linares, se unieron con este fin.
LA REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS.
El 10 de agosto de 1965, el Comité solicitó por oficio al Ministerio de Relaciones Exteriores iniciar las diligencias para traer los despojos a Chile. La pequeña urna de madera de pino barnizada imitación cedro, llegó al aeropuerto de Los Cerrillos en un vuelo de ALITALIA a las diez y seis cincuenta y cinco horas del 20 de diciembre de 1966. Fue recibida por el Subsecretario de RR.EE. Pinochet de la Barra, el Embajador de Italia, Paolo Pausa, el Edecán Aéreo de S.E., Comandante Eduardo Fornet, el Alcalde de Villa Alegre, José Ilic y delegaciones de los P.P. Jesuitas. Al bajar del avión, los restos fueron recibidos con discursos de Pinochet de la Barra y del Secretario Ejecutivo del Comité, Rodolfo Jaramillo. Al informar del acontecimiento, El Mercurio expresó que, en definitiva, los restos se enviarían a Villa Alegre «que fuera su ciudad natal»[1].
De Los Cerrillos, la urna se trasladó hasta la Catedral de Santiago, donde fue saludada con un oficio fúnebre por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, quedando luego depositada en la Cripta Arzobispal.
Tras diversos homenajes, en abril de 1967 se les envió a Talca pese a que el destino final era Villa Alegre.
En el aeródromo de Panguilemo, la delegación santiaguina, encabezada por el Subsecretario de RR.EE. Pinochet de la Barra fue recibida por el Intendente Bernardo Mandiola Cruz, el Alcalde de Talca, José Fernández Llorens y otras autoridades. La urna fue transportada a la ciudad en un furgón de Investigaciones y, tras un homenaje frente al Liceo de Hombres, llegó hasta la Catedral, donde se le depositó al pie del Altar Mayor. Después de una oración fúnebre del Padre Ernesto Rivera, los restos quedaron ubicados en la sala bautismal, junto a la puerta izquierda del templo, donde podían ser visitados por el público.
En la Catedral de Talca, rodeados de talquinos que no disimulaban su deseo de convertirse en sus depositarios permanentes, quedaron los errantes huesos del sabio. Se sabía que Villa Alegre era «el destino final», pero, esta comuna tenía poco que ofrecer e incluso aún no precisaba el lugar en que descansarían para siempre, argumento que no restaba razón a Talca, que tenía una hermosa catedral o el Liceo presuntamente fundado por el Abate. El comentarlo se hizo persistente y Linares se alarmó.
En agosto de 1967, la municipalidad villalegrina aún no tenía clara la manera de acoger los restos del Abate Molina. En sesión del 3 de agosto de ese año, el regidor Roberto Gutiérrez Palacios propuso, entre otras consideraciones, adecuar un lugar del templo parroquial como cripta. No obstante que esta idea prevalecería, pasaron dos años en que todo quedó inmóvil.
LOS RESTOS DE MOLINA SON EXTRAVIADOS (O SECUESTRADOS) EN TALCA
Pero, la creación en Talca de un “Comité Abate Molina”, al margen del legal y nacionalmente reconocido, presidido por el Rector del Liceo de esa ciudad, Mariano González Inzunza e integrado por Germán Sánchez Lorca y Jorge López Campos, inquietó a los linarenses. Mesa Seco, que participó directamente en los entretelones de aquellos días, expresa que aquel organismo no tenía otro objetivo que quedarse con la urna en forma definitiva, o por lo menos hasta que Villa Alegre no tuviese un algún lugar adecuado o monumento erigido al Abate, donde depositarlos, todo ello para intentar burlar la ley 16.606.
Pero la posición del comité talquino comenzó a debilitarse. Fue entonces que se anunció que los restos habían desaparecido de la Catedral de Talca.
La noticia de la pérdida de la urna causó conmoción en Linares. Una delegación de esta ciudad, encabezada por el Intendente Subrogante Manuel Francisco Mesa Seco (que remplazaba al titular, Héctor Taricco Salazar) viajó a Talca y sostuvo una áspera entrevista con las autoridades y miembros del comité, En un ambiente de gran tensión, se enrostró a los linarenses no habérseles invitado a las ceremonias de traslado, mientras que éstos retrucaban que no podía hablarse de descortesías si el programa de traslado se le había comunicado al Intendente Mandiola.
Entretanto, el Presidente del Comité Nacional, Roque Esteban Scarpa, alarmado por el grave giro que tomaban los acontecimientos -y donde incluso se hablaba de pedir un Ministro en Visita- envió un telegrama a la Intendencia, comunicando el viaje a Talca del Secretario del Comité, Rodolfo Jaramillo, «con plenas facultades» para buscar una salida digna al conflicto. En esa espera, la situación quedó en suspenso.
El 7 de octubre de 1967, alrededor de las diez de la mañana, llegó a la Intendencia de Talca la numerosa delegación linarense, encabezada por el Intendente Taricco, los gobernadores de Loncomilla y Parral, el Director de la Escuela de Artillería, los alcaldes de Villa Alegre, San Javier y Linares, el diputado Guido Castilla, representantes del comercio, de organismos juveniles, etc. Un jeep militar se estacionó frente a la catedral, cuyas puertas permanecían cerradas.
Ambos bandos se reunieron en la Intendencia, con la presencia el Secretario Ejecutivo del Comité Nacional, Rodolfo Jaramillo que había llegado un día antes desde Santiago. El diálogo, nuevamente, estuvo muy distante de la cordialidad y se llegó al borde del rompimiento absoluto.
Al mediodía, agotados los argumentos, el Intendente de Linares indicó que se llamaría al Presidente Eduardo Frei y, a renglón seguido, el diputado Guido Castilla tomó el auricular para pedir la comunicación.
En ese instante, el obispo Carlos González Cruchaga, que había observado en nervioso silencio los acontecimientos, dijo: «Un momento, señores, perdónenme un momento”, y solicitó hablar a solas con el Rector Mariano González y el Padre Rivera. El diálogo duró unos minutos y, retornando, dijo que a las dos de la tarde, la urna estaría en la catedral. Este antecedente es, además, una nueva prueba de la intervención de ambos personeros en el ocultamiento de los restos. Por su parte la prensa dijo que Monseñor González logró que «quienes habían hecho desaparecer a urna, la depositaran nuevamente en su lugar».
A la hora indicada el disputado féretro del Abate Molina apareció en la sala bautismal de la Catedral. La entrega fue sencilla sin que tuviese lugar ceremonia alguna . A las catorce cincuenta horas, la urna fue sacada desde la catedral por autoridades de Linares tras ser entregada por el Obispo Carlos González. Mientras era llevada al exterior, en el órgano de la Catedral se interpretó el Himno Nacional. Fue depositada en el vehículo del ejército y cubierto con la bandera nacional. La comitiva se puso en marcha precedida por un radio patrulla de carabineros. Ya con un pie en el auto para partir, el Intendente Héctor Taricco paseó su mirada por los diversos personeros talquinos -civiles y eclesiásticos- que observaban cariacontecidos la partida del Abate desde la escala de la Catedral, y exclamó, en voz alta: «Si esto ocurre en Linares, como Intendente, hago tomar presas a varias personas».
En el puente de Maule una larga fila de autos, esperaba el retorno del sabio.
La caravana entró por San Javier y cruzó por la calle principal de Villa Alegre, donde se detuvo, para recibir el homenaje que se le tenía preparado y que aguardaba desde la mañana. Arcos de flores y banderas saludaban al ilustre coterráneo que, después de dos siglos, volvía al rincón nativo. Considerablemente engrosada, siguió a Linares, donde los actos de recepción debieron suspenderse por la tardanza.
En el salón de Honor de la Escuela de Artillería, descansaron un tiempo las reliquias del Abate. Sin embargo, como la extraña «pérdida» de la urna hiciera entrar en sospechas a los linarenses, estos abrieron el féretro hallando los sellos intactos y conforme los describía al acto notarial[2].
Los talquinos, por su parte, calificaron como una tragedia lo ocurrido y acusaron de «traición» al inspector del Liceo de Hombres, César O. Navarrete, quién, como hemos visto, fue responsable en gran parte de lo acontecido. Hubo, sin embargo, entre los propios talquinos, quienes reprobaron lo sucedido: con el título de «Para nosotros fue ridículo», se publicó en Talca, con el seudónimo de E. de la F., un artículo que, en su parte fundamental, decía: «….Para nosotros todo ha sido un sainete tragicómico de mal gusto que ha dejado en mal pie la ciudad de Talca…[3]“.
RETORNO A VILLA ALEGRE
Catorce meses reposó en la Catedral de Linares el féretro del sabio, en espera que el municipio villalegrino definiera el lugar en que se le acogería. Tenemos a la vista las actas del Comité Abate Molina constituido en la comuna -presidido por el alcalde Ilic- y que funcionó entre 1967-1969, donde constan las innumerables vicisitudes y alternativas que se debatieron para determinar el lugar de la sepultura, no faltándole razón a Talca cuando les enrostraba no contar con un sitio digno para honrar al sabio. Partiendo desde la aseveración del Alcalde Ilic en la Biblioteca Nacional, del 13 de septiembre de 1965 y donde afirmó que en Villa Alegre «ya se construía la cripta», se llega al 2 de mayo de 1967, en que la sala de regidores acuerda ubicarla en el centro de la plaza de Armas, tras fracasar la compra de dos predios para ese fin. Con este objeto, se convocó a concurso público, utilizando un proyecto presentado por don César O. Navarrete. El financiamiento se obtendría de las Intendencias de Linares y Talca y de las Municipalidades de San Javier y Linares, además de los recursos que pudiera aportar Villa Alegre. En el intertanto, se dispuso depositar, “provisoriamente» los restos del sabio en Templo Parroquial.
Ocho meses más tarde, el 16 de enero de 1968, el pintor Pedro Olmos y el escultor Germán Mourgues expusieron ante la sala de regidores el proyecto destinado a acondicionar un lugar de la parroquia para ubicar la cripta. Olmos describe su idea de la siguiente forma: un mural de fondo con la imagen del sabio en alegoría y, delante, una base de piedra y, sobre cubierta de madera, la urna del sabio. El mural sería removible para una posterior reubicación. Olmos rehusó cobrar por su trabajo.
Casi un año después y a menos de dos meses de efectuarse el traslado, nada se había comenzado aún en el templo villalegrino. El 23 de diciembre de 1968 Pedro Olmos exhibió ante los regidores el boceto del mural a realizar. También se muestra el modelo de la inscripción en piedra que elaboró el escultor Germán Mourgues.
LA URNA DEL SABIO LLEGA A VILLA ALEGRE
El jueves 13 de febrero de 1969, a las siete de la tarde, en un camión de la Escuela de Artillería, la urna fue transportada desde la Catedral de Linares hasta Villa Alegre, escoltada por treinta efectivos del ejército, al mando del Teniente Sergio Blümel Méndez.
En la esquina de Avenida Estación y Comercio (Francisco A. Encina y Abate Molina de hoy) el féretro fue cubierto por una bandera chilena que, en ese instante, cedió doña Ana Colville de González, por cuanto los organizadores advirtieron que se carecía del pabellón patrio para ese fin.
Los restos fueron entregados por el Obispo Salinas y recibidos por el Alcalde Ilic, quien pronunció un discurso. Posteriormente intervino el Secretario Ejecutivo del Comité Nacional Abate Molina, Rodolfo Jaramillo Barriga. Luego se ofreció una Acción de Gracias. Al fin los andariegos restos el sabio fueron depositados en su lugar de descanso definitivo.
Pese a la grave contingencia vivida entre ambas provincias, el Intendente de Talca, don Bernardo Mandiola Cruz, tuvo la noble actitud de concurrir a los actos de Villa Alegre.
Sin perjuicio de la comedida actitud del Intendente Mandiola, los talquinos demoraron en cicatrizar de las heridas que les causó perder esta batalla. Por lo menos en dos ocasiones representaron al gobierno central que los restos del sabio seguían sepultados en un lugar “poco adecuado y digno”. En 1972 el Ministro de Educación Mario Astorga hizo notar esta situación al Alcalde de Villa Alegre Manuel Muñoz. Sin embargo, la Declaración de Monumento Histórico Nacional del Templo, alcanzada en 1979 puso término a estas aprensiones y perpetuó la permanencia de los huesos del sabio en su solar nativo. La gestión de lograr esta designación para la Parroquia del Niño Jesús de Villa Alegre fue realizada durante 1978 por el autor de este trabajo.
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
Villa Alegre, febrero del 2019, a medio siglo de la llegada de los restos del sabio a Villa Alegre.
[1] El Mercurio, Santiago 21 de diciembre de 1966.
[2] Emma Jauch, ya citada, refirió al autor de este trabajo que, durante el “secuestro” de la urna, un gasfíter que hacía eventuales trabajos en Linares, le narró que, en esos días fue convocado por el rector González Inzunza, junto a otros personeros, a la cripta de la Catedral de Talca, advirtiéndole que debía “llevar un soplete”. En esas circunstancias, se le pidió intentar abrir una caja de plomo que, según se le explicó, contenía unos restos humanos que se quería cambiar a otra urna de mejor calidad. El hombre, de sencilla condición, previno a quienes le solicitaban este trabajo que la llama del soplete tal vez podría calcinar también los huesos, lo que les hizo desistir de su intento. Esta aseveración, narrada a varias personas, provocó la desconfianza de los linarenses y la apertura comprobatoria del pequeño féretro.
[3] “Reproducido por “El Heraldo” del 1 de Noviembre de 1967.